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miércoles, octubre 03, 2007
El ministro Solís, La Colorina, y Manuel Contreras
Por tercera vez, el Ministro Alejandro Solís cortó cuatro de las mil cabezas de ese monstruo que fue la DINA y que se puede representar con las fauces abiertas de Contreras, Krassnoff, Moren Brito y Pedro Espinoza. Ellos ya tienen sobre sí al menos dos condenas a firme. Están en el Penal Cordillera y allí seguirán. Cárcel VIP, cierto, pero cárcel al fin, y es poco probable que la hidra del mito griego pueda levantar cabeza nuevamente.
Solís dio a conocer a fines de septiembre de 2007 las sentencias de primera instancia contra el general ® de ejército Manuel Contreras, ex director de la DINA (15 años y un día), el coronel ® Miguel Krassnoff Martchenko ex jefe de la Brigada Halcón, el brigadier ® Marcelo Moren Brito y el brigadier ®Pedro Espinoza Bravo (ambos ex jefes de Villa Grimaldi, diez años y un día) por el secuestro y desaparición de María Teresa Bustillos Cereceda, detenida el 9 de diciembre de 1974. Ellos ya cumplen otras condenas similares con sentencias que también redactó Solís y fueron finalmente confirmadas por la Corte Suprema, por los secuestros calificados de Miguel Angel Sandoval y Diana Aron, entre otros casos.
El lunes siguiente a su detención, "la Colorina”, como la llamaban cariñosamente, debía haber dado su último examen para recibirse como Asistente Social en la Universidad de Chile. Pero ella, ante los torturadores, estaba pasando con excelencia otro examen, sin quebrar su espíritu y su compromiso político. La represalia de la DINA fue truncar para siempre su carrera y su vida.
El contundente fallo reconstruye los hechos, a partir del testimonio de once ex presos, la mayoría de ellos mujeres, varias de las cuales estuvieron plantando rosales en memoria de las compañeras desaparecidas el pasado domingo 23 de septiembre en Villa Grimaldi, hoy Parque por la Paz. Ellos son testigos directos de la detención y tortura de María Teresa en Villa Grimaldi. Ninguno de los criminales confesó sus delitos, pero estos fueron probados no sólo por las declaraciones de los ex detenidos sino también de los dichos de otros ex agentes como Rolf Wenderoth, Samuel Fuenzalida y Osvaldo Romo, entre otros antecedentes. A la ex presa política Mónica Hermosilla, por ejemplo, María Teresa le comentó que la había interrogado Manuel Contreras en persona.
María Teresa Bustillos fue una de los 119 chilenos y chilenas a quienes la DINA hizo aparecer como muertos en el extranjero, a través de una maniobra mediática conocida como “Operación Colombo”. El juez cita en su sentencia la investigación realizada por el Tribunal de Etica del Colegio de Periodistas, reconstruyendo ese montaje y mencionando las sanciones de esa orden profesional a los directores de medios que participaron en ella, Fernando Díaz Palma y Alberto Guerrera Espinoza (de El Mercurio y La Tercera, respectivamente, a julio de 1975). Más sobre fallo ético del Colegio de Periodistas en http://www.purochile.org/los119.htm . Por otra parte, las declaraciones de los sobrevivientes de Villa Grimaldi restaron toda veracidad a dos contradictorias afirmaciones de Contreras: él declarón al tribunal que no conoció a María Teresa ni tuvo nunca información sobre ella, sin embargo en el documento público que emitió en 2005 entregando “información” respecto de los desaparecidos, él había señalado que la joven había muerto “en combate” y había sido “enterrada como NN” en el Cementerio General, sin aportar prueba alguna ante el juez sobre esas supuestas revelaciones.
La sentencia del Ministro Solís se apoya en la doctrina internacional de Derechos Humanos para rechazar las peticiones de amnistía, prescripción y atenuantes presentadas por la defensa de los ex oficiales. Se basa también en consideraciones que tuvo en cuenta la Corte Suprema en una sentencia emitida el 18 de enero de 2007, al señalar que el golpe de Estado fue “un acto de guerra”, por lo cual - reitera Solís - son aplicables los principios de la Convención de Ginebra. Asimismo el juez cita las obligaciones del Estado chileno respecto la Convención sobre Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de Lesa Humanidad y de la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas, además de la doctrina del “secuestro permanente”. Frente a los alegatos a favor de la llamada “obediencia debida”, el juez expone los fundamentos de la también existente “doctrina de la obediencia reflexiva” por la que debieran guiarse los miembros de las instituciones uniformadas.
María Teresa Bustillos tenía 24 años, era egresada de servicio social de la Universidad de Chile y militante del MIR, donde se le conocía como “Claudia”. Fue detenida cuando ingresaba al departamento donde revelaba fotos y copiaba microfilms de propaganda contra la dictadura. Allí también embarretinaba (enmascaraba) mensajes políticos dentro de objetos de distinto tipo, tales como envases de pasta de dientes, detergentes o libros con doble fondo y estudiaba los mapas que le servían para elegir los recorridos que enviaría para hacer los puntos de contacto (encuentros callejeros) con sus compañeros. En el local de calle San Antonio, la DINA había montado una ratonera. Su jefe, Hernán González, Nicolás, estaba detenido.
El fallo del ministro Solís es el fin de la querella que instruyó en agosto de 2000 Dora García Rodríguez, presidenta del Colegio de Asistentes Sociales de Chile, contra Augusto Pinochet y los que resultaren responsables por el secuestro de María Teresa y otras ocho asistentes sociales y 7 estudiatnes de la carrera, que fue respaldada legalmente por la abogado Loreto Meza del Programa de Derechos Humanos del Ministerio del Interior. El año 75 había sido interpuesto un recurso de amparo por la madrastra de la joven, Sylvia Calderón Hidalgo, ya que su padre falleció a poco de enterarse de la desaparición de su hija pero las investigaciones no prosperaron hasta que el panorama judicial chileno cambió radicalmente luego de la corta prisión de Pinochet en Londres, abriéndose una nueva etapa en las cortes del país, hasta entonces expertas sólo en denegación de justicia.
A empujones y golpes fue llevada esa mañana de diciembre María Teresa hasta un vehículo que esperaba frente al edificio. Cuando los agentes llegaron al cuartel Terranova (nombre clave para Villa Grimaldi), la arrojaron a una pieza fría donde ella percibió que había más personas. Una voz de mujer le dijo que ya podía sacarse la venda. La joven reconoció el tono de voz de su amiga Mónica Hermosilla, una profesora con la que esta estudiante de trabajo social –carrera que en esa época se llamaba “Servicio Social” y que en la actualidad no existe en la Universidad de Chile - había trabajado al viajar en una experiencia de trabajo voluntario en salud pública llamada “el tren de la salud”. Esa era una iniciativa que se realizó durante el gobierno de la Unidad Popular, y a través de la cual un tren especial recorría todas las estaciones del país con el tren que daba atención médica gratuita a sectores que estaban alejados de los consultorios y hospitales y vivían marginados de la salud pública.
La cadena represiva
Hernán González, detenido el 6 de diciembre, era miembro del Comité Central del MIR, a cargo del trabajo político en las comunas de San Miguel, La Cisterna, La Granja, San Bernardo, Buin y Paine. María Teresa era su enlace y participaba también en las tareas claves de la organización. El detenido, torturado por agentes que tenían además en su poder a su esposa, posibilitó la llegada de los agentes represivos a una oficina que habían montado en calle San Antonio al llegar a Ismael Valdés Vergara, y que aparentaba ser un estudio de Dibujo Técnico. González declaró ante el ministro Solís y en 1990 lo había hecho ante la Comisión Rettig, expresando que en esa oficina guardaba documentación referida a los puntos de contacto o direcciones de compañeros que debería ver en los próximos días, entre los que estaba María Teresa. Ese mismo día fueron secuestrados y luego desaparecidos, Mario Peña Solari, César Negrete Peña y Marta Neira Muñoz, los dos primeros del MIR y la joven, de las Juventudes Comunistas.
Conducida a Villa Grimaldi, María Teresa fue sometida a tortura cada uno de los 14 días que duró su estada en el recinto fatídico. En una oportunidad, los agentes la llevaron hasta su casa para que retirara material fotográfico, archivos y un equipo con el que había desarrollado sus tareas partidarias en la resistencia.
La joven estudiaba el último año de la carrera en la Universidad de Chile, Era soltera y vivía con su madre, que padecía una patología siquiátrica. Segunda de tres hermanas, había decidido, luego de la separación de sus padres, asumir el cuidado de su madre. Sin embargo, esa difícil situación, que debió enfrentar durante varios años, no impidió su compromiso político y su decidida entrega a la lucha social. Su amiga Mónica recordó en su testimonio que cuando se la llevaban para nunca retornar, le pidió que recordara a su padre la situación de su mamá. Mónica recordó en el tribunal que sin embargo, al enterarse de su detención y desaparición, el padre de “la Colorina” sufrió una hemiplejia que lo dejó paralizado hasta el momento de su muerte.
En el tren de la salud
El verano del 72, María Teresa y su compañera de carrera Cecilia Le Blanc, fueron las primeras participantes de la Escuela de Trabajo Social en esa iniciativa del Servicio Nacional de Salud que encabezaba Haydée Alarcón. Se embarcaron a bordo del tren que recorría el sur, con un énfasis especial en otorgar atención primaria a las comunidades mapuches, llevando un bullicioso equipo de de médicos, enfermeras, dentistas y farmacéuticos. Cecilia recuerda en la web de Grimaldi que los habitantes de esas zonas aisladas los recibían “como visitas ilustres, con banderas chilenas...” Su desempeño contribuyó a lograr que las trabajadoras sociales pudieran realizar allí su práctica profesional. Ese año partieron dos trenes y la experiencia se repitió al año siguiente.
En todos los pueblos encontraban al llegar una cantidad impresionante de gente, porque se había avisado de la llegada del tren en consultorios y escuelas. Mientras el equipo de salud atendía, María Teresa y Cecilia hablaban con los pacientes sobre la importancia de la salud y la educación, derechos básicos que la Unidad Popular buscaba asegurar a todas las personas. También explicaban a los campesinos y miembros de comunidades mapuche la importancia de organizarse. Sus compañeros de equipo bromeaban sobre la “labia” de las asistentes sociales. Pero en Grimaldi, en cambio, callar era resistir, y es lo que hizo María Teresa. La ex presa Angeles Alvarez atestiguó que María Teresa “estaba muy nerviosa y traumatizada por lo que le había correspondido vivir en ese lugar, pero, a pesar de ello, nos orientaba a las ‘nuevas’ acerca de cómo enfrentar los interrogatorios y la tortura”, y ella no podía comprender a los que colaboraron con los agentes después de ser torturados.
En www.lashistoriasquepodemoscontar.cl Mónica Hermosilla, sobreviviente de su reclusión en ese recinto, retrata a María Teresa: “Nos habíamos conocido en los viajes de ‘El tren de la Salud’, cuando ella y una de sus amigas efectuaban un vasto trabajo de asistentes sociales. Ningún médico, por agotado que estuviese, habría osado delante de su mirada, rehusar atender a uno u otro de los enfermos que ellas recuperaban perdidos alrededor del tren. En las veladas de risas y cantos, María Teresa era discreta y sonriente, pero su cabellera cobriza le formaba una aureola de luz.”
Catorce días compartieron Mónica y María Teresa en Grimaldi, junto a otros detenidos y detenidas. Relata Mónica: “Cuando barríamos los domingos las celdas, nos dejaban a dos o a tres limpiando solas; aquellos eran los únicos momentos en que podíamos levantarnos las vendas de los ojos, y entonces barríamos y nos reíamos, y a veces también llorábamos y bailábamos y cantábamos hasta que venían a buscarnos, y teníamos que cerrar los ojos con fuerza porque era prohibido mirarlos. Ellos, los guardias, mientras tanto, a culatazos, nos obligaban a volver, sin importarles que las campanas cercanas llamaran a misa.”
Recuerda la ex detenida: “La sacaban cada día a María Teresa para interrogarla; volvía muda, con su piel de colorina transparente y erizada por el terror y el dolor, mientras con su voz muy queda narraba lo que le hacían los torturadores, intentando inútilmente convencerla de que hablara.”
Su última navidad
El 24 de diciembre de 1974, día de Navidad, la sacaron del recinto por última vez, en estado inconsciente y con hemorragia. La tortura y una úlcera gástrica no tratada en la prisión, se sumaron para agravar su estado. Esta vez, sus compañeros no supieron dónde la llevaron los agentes.
María Teresa Bustillos figuró meses después en una lista publicada por el diario O' Dia de Curitiba, Brasil que informaba la muerte de 59 chilenos en enfrentamientos con la policía de Argentina. La información fue reproducida en Chile por el vespertino La Segunda el 24 de julio de 1975, bajo el titular “Exterminan como ratas a miristas”.
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