Chilenas y chilenos consumimos en 2014,
en promedio, 98 kg de pan al año, la mayor parte marraquetas pero también
hallullas y pan de molde, según la Federación Chilena de Industriales Panaderos.
Todos se hacen con harina de trigo. El
diario argentino Página 12 informó el pasado 25 de diciembre que los argentinos
serían los primeros en tener trigo transgénico en sus mesas Argentina está lista
para producir trigo transgénico si la secretaría de Agroindustria lo autoriza,
lo que ocurriría de inmediato si Brasil y China, sus principales mercados de
exportación del grano, dan luz verde. Técnicamente
el cultivo estaría aprobado por la Comisión Nacional de Biotecnología CONABIA. Nuevo
trabalenguas, “triste trigo transgénico trillado en un trigal” con destino
también a Chile, porque el país transandino es el origen del 43% del trigo que
importa nuestro país. Argentina puede estar así muy cerca de convertirse en la
primer y única nación del mundo en aprobar el trigo transgénico, lo cual genera
enorme preocupación en quienes estamos por una alimentación sin transgénicos.
Chile también importa trigo de Canadá y
de Estados Unidos, hasta ahora grano
convencional. Ni Chile ni Argentina cuentan con etiquetado (o rotulado) de
estos alimentos, por lo que en la práctica será imposible diferenciar una
marraqueta o un pan de molde de otro transgénico. El problema se presentaría
con la primera cosecha de trigo temprano que se importara desde allá. La incógnita
sobre la fecha de aprobación final del trigo transgénico se cruza con la
posible vigencia del nuevo Tratado de Libre Comercio con Argentina, ya aprobado
en Chile por la Cámara de Diputados y en Argentina ratificado legislativamente, facilitando aún más el tema
de las importaciones. Como se ve, los tratados internacionales también se meten
con nuestra comida, en este caso nada menos que con la marraqueta.
Pan
tóxico y espermatozoides
Cuando la
empresa argentina Bioceres hizo público el nuevo trigo transgénico HB4, lo
describió como tolerante al herbicida glufosinato de amonio, de nombre comercial
Prominence. Si se llegara a elaborar pan con ese trigo, el
alimento podría contener residuos de glufosinato de amonio, con efectos dañinos en el feto y en la
fertilidad masculina. Meriel Watts, científica de la Red de Acción en
Plaguicidas de Asia Pacífico, PANAP sostiene en una monografía sobre el
glufosinato de amonio que “esta sustancia química presenta riesgos inaceptables
para los seres humanos, especialmente para el desarrollo neurológico del feto,
la biodiversidad y el ambiente.” El
Reglamento 1272/2008/EC de la Unión
Europea y el Sistema Global Harmonizado de Clasificación de Plaguicidas lo
clasifican como tóxico para la reproducción humana. Integra así la lista de Plaguicidas Altamente
Peligrosos elaborada por PAN, Pesticide
Action Network, la Red de Acción en Plaguicidas global, a partir de estas
clasificaciones.
El estudio realizado en 2017 por científicos de la Universidad Autónoma
de Guerrero, México, El glufosinato de amonio altera la calidad y el ADN de
los espermatozoides de ratón (Cecilia González) , concluye que la
exposición subaguda a GLA en ratones causa “alteraciones sobre los parámetros
de calidad, ADN y cromatina espermática, afectando dos etapas de la
espermatogénesis (espermátida temprana y espermatozoide maduro), lo cual podría
impactar negativamente en la capacidad fértil masculina”.
Además del riesgo proveniente de los
plaguicidas, la alteración del ADN de la semilla de trigo mediante la inserción
de segmentos de ADN de girasol puede generar efectos indeseados como alergias u
otras patologías severas, y constituye un riesgo agravado por el masivo consumo
de harina por el conjunto de la población. Son estos aspectos –además de la
resistencia de los consumidores - los que en parte han detenido a nivel global
otros intentos de aprobar el trigo transgénico, por una elemental norma de
precaución ante la posibilidad de generar efectos incontrolables.
Quienes toman decisiones sobre aprobar o
no un alimento en general están influidos por Bayer/Monsanto y otras
corporaciones fabricantes de transgénicos. No hacen análisis de toxicidad
actual o futura y sostienen que los alimentos transgénicos son
sustancialmente iguales a los no transgénicos, omitiendo los posibles daños en
el tracto digestivo y los efectos crónicos de los residuos de herbicidas usados
en los cultivos transgénicos.
Empresa francesa involucrada
Trigall
Genetics, un consorcio argentino- francés integrado por Bioceres junto a la
semillera francesa Florimond
Desprez produjo el Trigo
HB4, un transgénico que se promociona como tolerante a la sequía y al ya citado herbicida Prominens el
cual se puede aplicar a destajo, como ocurre con los cultivos tolerantes al
glifosato. En
Argentina tampoco fue bien recibida socialmente la noticia. Página 12 cita una
declaración de la cátedra de Soberanía Alimentaria de la Facultad de Medicina
de la Universidad de Buenos Aires, junto
a Acción por la Biodiversidad y Naturaleza de Derechos. Según la declaración,
los transgénicos son una amenaza para la biodiversidad, para el ambiente y la salud, y son aprobados en Argentina en forma
poco seria. Se sabe que los estudios secretos de “inocuidad” los realizan las
mismas empresas productoras de esos insumos.
En nuestro
país, la campaña Yo No Quiero Transgénicos en Chile y las organizaciones ligadas
a la defensa de la semilla y la agroecología así como Chile Mejor sin TLC
estudian los pasos a dar para que las mesas de los chilenos cuenten con un pan
más sano y para difundir los riesgos de
la alimentación que el llamado “libre comercio” nos quiere imponer.
El TLC con Argentina contempla un mecanismo de
defensa de las inversiones que faculta a los inversores a demandar a quienes
generen “obstáculos al comercio”. En la hipótesis de que Argentina termine
exportando trigo transgénico, la defensa
de una marraqueta libre de transgénicos debería imponer en Chile una
modificación del Reglamento del Trigo sobre
la base del derecho a saber qué molineros importan trigo transgénico. Pero si
eso ocurre, Chile podría ser demandado por los grandes exportadores
transandinos. Porque ¿quién va a querer pan transgénico? Se les arruinaría el
negocio. El reglamento vigente desde 2014 busca que haya una mayor
transparencia en el mercado, pero los análisis actuales de INIA (Instituto de
Investigaciones Agrarias) y COTRISA (Comercializadora de Trigo S.A.), que son los
organismos del Estado que intervienen en la regulación de las importaciones del
trigo, se refieren a otros aspectos de
calidad del grano. El reglamento no faculta a los laboratorios para detectar
transgénicos. No estamos preparados para enfrentar riesgos alimentarios de este
tipo.
Inseguridad
alimentaria y dependencia
Chile produce cada vez menos trigo,
aunque las cifras no lo reflejan en forma exacta, porque los rendimientos por
hectárea han aumentado, ocultando el hecho de que en promedio, cada año se está
sembrando un 2,9% menos de hectáreas de trigo. Los tratados de libre comercio
han afectado los cultivos tradicionales, determinando una baja de los precios
debido a que ingresan a Chile trigo y maíz a precios con los que generalmente
los pequeños agricultores no pueden competir. Por lo mismo, han aumentado
progresivamente las importaciones de trigo a fin de contar con el grano, ya que
nuestro consumo anual promedio aparente asciende aproximadamente a 2.000.000 de
toneladas del grano, según ODEPA y casi la mitad de esos dos millones se
importa.
Lo que
ocurre hoy con el trigo deja en evidencia que Chile depende del mercado externo
para alimentar a su población. Estamos lejos de alcanzar la soberanía
alimentaria, es decir el derecho a producir los alimentos de acuerdo a nuestras
tradiciones y necesidades y no según lo que decreten las empresas o los
gobiernos o los Tratados de Libre Comercio. Tampoco en Chile hay “seguridad alimentaria”, un lema que por
décadas ha sido el objetivo que FAO
propone alcanzar en América Latina y el mundo.
De acuerdo a información entregada por
COTRISA en Análisis
del sector triguero 2018, Argentina
fue la fuente de origen de un 42,1% de las 949.871 toneladas de trigo importado
para harina entre enero y noviembre de 2017, seguida por Canadá, con un 32,9% y
Estados Unidos, un 25,1%.
Según ODEPA, las proyecciones del INE
para la temporada 2017-2018 son que se producirían 1,2 millones de toneladas de
trigo panadero y candeal, en una superficie cultivada de 203.110 hectáreas. En
la temporada anterior, 2016-2017 la superficie nacional de cultivos de trigo
alcanzó a poco más de 225.042 hectáreas, con una producción de 1.349.492
toneladas. Las Regiones del BioBio-Araucanía tienen la mayor superficie de
cultivos trigueros, según INE. Pero el ya citado estudio de COTRISA postula que
la tendencia es que debido al tema precios, cada vez habrá menos pequeños
productores de trigo, y la industria molinera a su vez seguirá aumentado su concentración. En la actualidad hay en el
país 76 molinos, pero el 50% de la capacidad de molienda está en manos de sólo
6 propietarios. Estos son los molinos
que tienen mayores facilidades para la importación de trigo, en tanto que hay
44 molinos que no estarían en condiciones de importar, por su tamaño y localización
geográfica. Entre ellos, dice COTRISA, están los molinos de la Región de Los
Lagos y la mayor parte de los molinos del Maule.
La
llamada “revolución verde” con su carga de fertilizantes, herbicidas
y semillas modificadas en laboratorio
para aumentar la presencia de gluten, hizo prácticamente desaparecer las
semillas tradicionales de trigo. El trigo panadero cuya producción se detalla
en el cuadro de COTRISA, son variedades industriales, el llamado “trigo fuerte”
(con mucho gluten) y el “trigo suave”, e incluye entre otras la variedad Konde de INIA,
Bakan de von Baer y don Manuel de ANASAC . Variedades antiguas como el trigo
linaza, mocho, siete cabezas,
colorado, milagro, linaza, barbudo, copihue, carda, del Carmen o diente de
perro casi se han dejado de cultivar. Sin embargo investigadores independientes
junto a pequeños productores protagonizan un lento pero importante proceso de
recuperación de variedades antiguas en varias regiones. Estas variedades, como
toda semilla tradicional adaptada a su territorio, ofrecen una mejor respuesta al cambio
climático y pueden sustentar una producción agroecológica y una alimentación al
alcance de todos, que esté libre de transgénicos,
químicos y patentes.
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