lunes, marzo 15, 2010

Se necesitan millares de Rosas



Rosa con Juan y mi nieto Víctor el año 2001.

El pasado 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer dimos el último adiós a la compañera Rosa Rubilar, incansable luchadora por los derechos humanos y el socialismo que falleció luego de una prolongada enfermedad en Santiago de Chile. Mientras en el país, con la agenda copada por las urgencias del terremoto, la triste noticia de su partida no llegó a aparecer en los medios, sí reaccionaba desde Bélgica la periodista Patricia Parga: “Se va una de las imprescindibles. ¡¡Una Rosa ha partido, dejando su semilla de ternura y consecuencia germinando en todas nosotras!! La conocí y me inspiraba su fuerza, su carisma, su coraje y su mirada siempre crítica y certera. Tristona por tu partida, Rosita, estoy a la vez feliz de haberme cruzado contigo en el camino de la vida. Qué este 8 de marzo renazcan millares de Rosas Rubilares en todas nosotras!”
Sin duda a lo largo de Chile miles de mujeres, heroínas tan anónimas y de bajo perfil como lo fue Rosa en vida, están hoy en la primera fila de la solidaridad con el pueblo afectado por el terremoto. Y así como Rosa en dictadura ayudó a todos los que luchaban por recuperar la democracia, y puso su energía, su alegría y su coraje al servicio de la causa libertaria sin aspavientos, es seguro que en muchos rincones de Chile muchas nuevas Rosas florecen, y mujeres de fuego, desconocidas gigantes, se rompen enteras por ayudar a los más abandonados, a los más pobres, a aquellos a quienes nadie les tiende una mano, lejos de las luces oficiales, de la televisión y de la preocupación de los burócratas de turno.
Rosa, militante del Partido Socialista, de una familia sureña y campesina, fue fundadora de la Comisión Chilena de Derechos Humanos. Traía ya con ella una historia de lucha y compromiso desde sus tiempos de estudiante de Ciencias Políticas y Administrativas en la Universidad en Valdivia, y luego con su trabajo de tiempo completo en el Partido Socialista como encargada del trabajo campesino, en tiempos de la reforma agraria. También portaba el desgarro sin fin provocado por la desaparición de su pareja, Octavio Boettiger, dirigente socialista, detenido en 1976, a quien buscó incansablemente ligando su lucha a la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos y a la Agrupación de Ejecutados Políticos.
Fundadora de la Comisión Chilena
Desde 1973 Rosa trabajaba en tareas de solidaridad junto a Clotario Blest en el Comité de Defensa de los Derechos Humanos. Posteriormente, en la institución que dirigía Jaime Castillo Velasco, la Comisión Chilena de Derechos Humanos, creada en 1978, Rosa fue a la vez alma y motor de la entidad, elaborando el Boletín Mensual de Derechos Humanos que denunciaba –con importante repercusión internacional- las desapariciones y crímenes de la dictadura, en tiempos en que aun no existía la prensa de oposición. En su funeral, Gonzalo Taborga, actual Presidente de la Comisión, rindió tributo al compromiso, la inteligencia, visión política y claridad de Rosa afirmando que de ella surgían las iniciativas que desarrollaba la entidad en distintos planos, aunque siempre ella evitaba la figuración pública. Sus compañeros de trabajo en la Comisión la respetaban y querían y hasta hoy veían como una verdadera maestra a Rosa “Rubi-rosa”.
Durante los largos años de dictadura Rosa visitaba cada domingo las cárceles y contribuía a atender las necesidades materiales de las familias de los presos políticos. Encargada nacional del trabajo a favor de este sector, movilizaba no sólo a los profesionales y allegados a la Comisión o al partido socialista sino a vastos sectores de su medio.
Rosa era eso pero también mucho más. La Comisión, inspirada en los principios de la Declaración Universal por los Derechos Humanos había sido creada por personalidades ligadas fundamentalmente a la democracia cristiana y otros partidos no marxistas, y se marginaba de la defensa de los presos políticos miristas, separando aguas respecto de la lucha armada. Sólo en 1980, luego del nacimiento del Comité de Defensa de los Derechos del Pueblo, CODEPU encabezado por Fabiola Letelier, hubo un espacio de acogida para esos casos. Sin embargo a Rosa esa definición de la Comisión Chilena nunca le importó, porque ella tenía su propia visión política. La Comisión Chilena representaba sólo una parte de su accionar, que según recuerdan sus compañeros y amigos era amplio, no sectario y “compartimentado”, porque a lo largo de los 17 años de dictadura su solidaridad se hizo extensiva a todo el abanico de luchadores antidictatoriales: socialistas, comunistas, miristas, lautaristas y miembros del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Fue siempre fiel a su ideario guevarista que en los 60 la llevó a colaborar con quienes desde Chile apoyaron la guerrilla del Che en Bolivia.

Una epopeya festiva
Por eso fuimos tantos y tantas quienes conocimos de cerca o más lejos, su solidaridad y su entrega, una suerte de festiva epopeya de lucha realizada mientras criaba a tres hijos - Francisca y los mellizos René y Andrea - flanqueada en su hogar por Yolanda Abarca, también militante socialista. Yolita la respaldaba en todo y mantenía la casa funcionando en medio del caos del activismo y la lucha antidictatorial.

Para su hija Andrea Marcel, lo que define a su madre es la pasión volcánica que inundó toda su vida (“decir que me parezco a ella en lo apasionada, es el mejor piropo que he oído”, expresó en el velatorio con una semisonrisa). Y recordó que hace poco cantó con Rosa a coro la canción aquella canción de Joaquín Sabina que termina diciendo “ Y morirme contigo si te matas/y matarme contigo si te mueres/porque el amor cuando no muere mata/ porque amores que matan nunca mueren.” Esa era también nuestra Rosa, una mujer que definitivamente amó mucho pero no tuvo suerte en el amor. Como recordaba alguien al momento del último adiós, ella, que tanto cuidó de los otros, no pudo o no supo cuidar de sí misma. Y lentamente se consumió de pena y desamor.
Exonerada
Rosa, socialista como el Presidente Allende, se negó sistemáticamente a encajar en el molde neoliberal post dictadura administrado por la Concertación que incluso la exoneró de la oficina del Programa de Reconocimiento de Exonerados Políticos, desde donde hasta hace muy pocos años, había ayudado a centenares de compañeros y compañeras a optar a ese beneficio legal. En 2004, Patricio Orellana Vargas, académico de la Universidad de Chile dedicó su libro “Probidad en Chile” (acerca de la corrupción, modernización del Estado, ética pública y burocracia) a Rosa Rubilar, Octavio Boettiger (desaparecido) y Eduardo Charmé (ejecutado político) “en la esperanza de que estos apuntes estén inspirados en sus ideas e ideales”. Y justamente la roja bandera del PS de la seccional “Eduardo Charmé” cubrió el féretro de Rosa, tapizado de claveles y rosas rojas y con sus camaradas socialistas rindiéndole homenaje.
Ella estaba hondamente decepcionada de otros antiguos compañeros de lucha y sobre todo de quienes ocupaban altos puestos en el gobierno de la Concertación. Algunos de ellos frente a sus críticas optaron incluso por quitarle el saludo.

Cuando yo la conocí, a comienzos de los 80, Rosa se había casado por segunda vez y estaba en una etapa muy plena de su vida. A mediados de los años 70, en la zona Matta había funcionado una Bolsa de Trabajo ligada a la Vicaría, allí llegaban ex presos políticos cesantes y sus familias. Todos los años, con apoyo de la Comisión, Rosa organizaba un paseo a la costa, a Punta de Tralca (un lugar de retiro de la iglesia) donde se vivían momentos de alegría y esparcimiento. Allí la conoció Juan, mi compañero, y a comienzos de los años 80 me presentó a Rosa, que se constituyó en una inagotable fuente de información y apoyo para mí.
En 1986, para evitar una inminente detención o ejecución, debí partir a Argentina porque habíamos sido detectados por la CNI, y activamos un sistema que teníamos para dejar a Rosa encargada de la seguridad de mi hija Eva María, cuyo padre, el periodista Augusto Carmona, dirigente del MIR , había sido asesinado por la dictadura en 1977. La niña, entonces de 13 años, no podía salir de Chile porque para ello necesitaba autorización notarial de su madre. Por razones de seguridad no era yo legalmente su madre, pues ella había sido inscrita por otra persona. “Mi niñita”, le dijo Rosa desde entonces a mi hija, porque para Rosita todos los hijos de los compañeros y compañeras eran en verdad hijos suyos. Y se encargó de conseguirle alojamiento a Eva María con su red de amigos, pues no era seguro, obviamente que se quedara en su casa. Cuando al cabo de un tiempo que para mí fue eterno, se logró conseguir la autorización notarial de esa tercera persona para que Eva pudiera viajar, Rosa ¡envió a dos de sus propios hijos, también adolescentes, a dejar a mi hija a Argentina! Así de generosa e impulsiva era Rosa, mi amiga y compañera, que tanto hizo por compañeros y compañeras del MIR, perseguidos o presos políticos. La recuerdo con sus ojos brillando de entusiasmo al describir con el mismo calor alguna acción exitosa de protesta o resistencia, o una anécdota de la cárcel, o una receta de comida; la veo preparando apetitosas comidas y la escucho riéndose de todo el mundo un poco, sin tomarse ella misma en serio.
Un caluroso lunes de marzo dijimos adiós a Rosa Rubilar, esta desconocida heroína de la lucha antidictatorial, “cantando al sol como la cigarra”, entonando esa canción de María Elena Walsh que era su favorita, “después de un año bajo la tierra, igual que sobrevivientes que vuelven de la guerra” …y allí estábamos algunos, de nuevo sobreviviendo, después de la dictadura, ahora al terremoto, en el Día Internacional de la Mujer. Nada es casual, tampoco esta partida.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Lucía, que lindo artículo..son tantas nuestras mujeres valientes que han partido y que hoy necesitamos tanto a nuestro lado.
Espero que hayas pasado un lindo 8 de marzo.
Te mando un abrazo.
Rocío

microhold dijo...

Lucía, no me canso de leer este lindo homenaje que le escribiste a mi mamá. Siempre de me doy un tiempito para releerlo.
Te mando un gran abrazo
René